Es
nuestra Virgen, aquella que veíamos en la hornacina a la espalda de la sacristía
cuando los padres Jesuitas nos llevaba a oír misa en la Iglesia de San
Francisco. Es la de la eterna tristeza, la de serena belleza, la de las manos
en plegaria, pudo ser la antigua Virgen de la Orden Tercera, pero hay que tener
en cuenta que en San Francisco en tiempos históricos hubo otras Hermandades con
titulares marianas. El fervor y cariño que mi familia profesa es grande, está
presente en cada momento de nuestra vida en la fe, nos hemos casado, bautizado
y despedido a sus plantas, sin olvidar la atención que le tenia mi tío Antonio,
el Vaca, como era conocido que era quien
la bestia y cuidaba hasta poco antes de caer enfermo. En fin, veo esta foto y me emociono, no puedo
mas que compartirla con ustedes.
Fdo. Jose M. Sánchez
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